El domingo 14 de diciembre, en una de las icónicas playas de Australia, mientras se celebraba el primer día del evento llamado Janucá en el mar, enajenados asesinos antisemitas mancharon de sangre ese maravilloso acto de luz, ensañándose contra los asistentes a este evento tan especial. El objetivo de los asesinos era uno: matar a judíos solo por ser judíos.
El ataque, que el primer ministro australiano calificó como "un acto de maldad, antisemitismo y terror que ha golpeado a nuestra nación en el primer día de Janucá", dejó decenas de muertos y heridos. El secretario estadounidense, Marco Rubio, condenó el hecho y afirmó que "el antisemitismo no tiene lugar en este mundo".
Janucá es la festividad judía que celebra el milagro de la luz en medio de la oscuridad. Hace más de 2.000 años, cuando el pueblo judío recuperó su templo en Jerusalén, de manos opresoras que pretendían robar su identidad, se dieron cuenta de que solo quedaba aceite para mantener encendida la Menorá (candelabro) durante un día, pero milagrosamente ardió durante ocho. Desde entonces cada noche durante Janucá se enciende una vela más, hasta que ocho brillen juntas, recordándonos que la luz siempre vence a la oscuridad y que el valiente y resiliente pueblo judío siempre triunfa ante la adversidad.
El ataque en Australia es una muestra de cómo el antisemitismo, que comienza con palabras de odio en redes sociales, puede materializarse en violencia en cualquier lugar del mundo. "Lo que comienza con mensajes de odio en redes sociales puede materializarse en violencia en cualquier lugar del mundo, porque el odio, una vez sembrado, encuentra varias formas criminales de manifestarse y propagarse", advierte el informe.
La luz vencerá a la oscuridad y el milagro de Janucá nos lo recuerda cada año. Sin embargo, este ataque debe servir como una advertencia de que el antisemitismo no reconoce fronteras y que la batalla no es solo de Israel, sino de todos los que creemos en la dignidad humana.












