La crisis del mercado laboral cubano ha alcanzado niveles alarmantes, con una migración forzada de profesionales hacia el sector privado. Según datos oficiales, en el último año 5.399 médicos abandonaron el sistema público, lo que representa una caída del 7% en el número total de galenos del Ministerio de Salud Pública. La afectación es aún más severa en la atención primaria, donde el número de médicos de familia se redujo en un 53%, de 27.535 a 12.912.
Esta estampida de los jóvenes profesionales se debe a la imposibilidad de cubrir las necesidades básicas con los salarios estatales. Un desayuno básico para cuatro personas puede costar entre 400 y 500 pesos diarios, mientras que el salario medio en el sector público es de apenas 6.685 pesos al mes. Aplicando la línea internacional de pobreza extrema del Banco Mundial, el 100% de los trabajadores estatales cubanos caería en esa categoría.
La humillación profesional se ha normalizado, con ejemplos de médicos y otros profesionales trabajando como meseros en negocios privados, donde ganan más que en el sector público. "Estudié años, hice guardias de 24 horas sin dormir, y hoy soy dependienta en una mipyme. Es humillante que un título universitario en este país valga menos que un papel sanitario", lamenta Dayana Tamayo, licenciada en Enfermería.
Ante este panorama, el empleo estatal ha dejado de ser atractivo. Los carteles de ofertas laborales oficiales son ignorados, mientras que en el sector privado se pagan salarios mucho más competitivos. "En un negocio particular, limpiando, te pagan mínimo 600 pesos diarios. En el Estado, por lo mismo, te dan 2.000 pesos al mes. ¿Quién va a trabajar por eso?", se pregunta Yudith Almaguer.
Analistas coinciden en que el problema es estructural y radica en el modelo económico cubano, con la incapacidad del gobierno para definir su relación con el sector privado y la inseguridad jurídica permanente. Mientras tanto, el discurso oficial sigue apelando a consignas ideológicas que no resuelven la vida cotidiana de los ciudadanos, quienes ven cómo el pacto social se ha roto y el mérito profesional ha sido sustituido por la capacidad de "inventar" para sobrevivir.











