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La fascinación humana por el fuego y las velas: una mirada introspectiva

La fascinación humana por el fuego y las velas: una mirada introspectiva
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La fascinación humana por el fuego y las velas: una mirada introspectiva

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha sido cautivado por el baile de las llamas y el parpadeo de las velas. Estas fuentes de luz y calor han inspirado reflexiones profundas sobre la fragilidad de la existencia y la búsqueda de conexión espiritual.

En una conversación entre una niña y su abuela en las montañas de Heredia, Costa Rica, surge la pregunta: "¿Por qué nos gusta tanto mirar el fuego?". La respuesta de la abuela, Adela Ferreto Segura, es reveladora: "Porque el ser humano lleva siglos observándolo". Esta simple observación nos recuerda que nuestra fascinación por el fuego es un hilo que nos une a nuestros antepasados.

Más allá de la mera contemplación, las velas han adquirido un significado simbólico profundo en la vida de las personas. Desde las velas de fe y esperanza encendidas en las iglesias hasta los cirios de dolor en las despedidas, estas pequeñas llamas representan una conexión con lo espiritual y emocional.

Roberto García H., periodista y amigo del fotógrafo Carlos Matías Sáenz Ferreto, comparte su propia devoción por la canción "Candle in the wind", interpretada por Elton John en el funeral de la princesa Diana de Gales. Esta pieza, originalmente escrita en memoria de Marilyn Monroe, evoca la fragilidad de la existencia humana y la forma en que tanto Monroe como Diana vivieron "velas en el viento", a merced de la incomprensión y las ataduras sociales.

En el hogar del propio García, su hijo menor, Adrián, obsequia a su madre velas fragantes que se convierten en centinelas de la serenidad. Incluso en las celebraciones navideñas, la corona de Adviento y el ritual de encender las cuatro velitas cada domingo reúnen a la familia en oración y comunión espiritual.

Más allá de los credos individuales, García reconoce que orar por el prójimo surge como una necesidad de conexión en tiempos complicados para el país. Sin embargo, mantiene la esperanza en las reservas morales, institucionales y culturales que blindan a Costa Rica de la opresión, a pesar de que la democracia pueda ser tan frágil como una vela en el viento.

En un conmovedor episodio, García relata la imagen de un pequeño finquero, despojado de su corral, que cabalga rumbo a un incierto destino, con lágrimas que se funden con la lluvia. Ante esta escena, García enciende una vela, musita una oración y reza por él, y por todos los que sufren.

En esta introspección, queda claro que el fuego y las velas no solo cautivan nuestros sentidos, sino que también tocan fibras profundas de nuestra humanidad. Estas llamas efímeras se convierten en testigos de nuestras emociones, esperanzas y conexiones espirituales, recordándonos que, en medio de la fragilidad de la existencia, somos parte de una historia milenaria que nos une a través de la luz y el calor.

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