ÚLTIMA HORA

Cobertura global las 24 hs. • lunes, 15 de diciembre de 2025 • Noticias actualizadas al minuto.

Menú

Descubre la belleza oculta en las ágatas: la lección de vida de un campesino experto

Descubre la belleza oculta en las ágatas: la lección de vida de un campesino experto

En una mañana soleada, Greivin baja al río Madre de Dios con un saco al hombro. No va solo: detrás de él caminan Jurgen, Memo y la autora, intentando seguirle el paso mientras se abre camino, con la naturalidad envidiable del campesino, primero entre la maleza y luego entre las piedras del cauce.

Están allí porque quieren aprender a reconocer ágatas, esas piedras preciosas formadas a lo largo de miles o incluso millones de años. Pero lo que más fascina a la autora es la forma en que Greivin, un campesino sin estudios en geología o arte, distingue lo valioso entre tantas rocas que, para cualquiera, serían idénticas.

Desde lejos, Greivin reconoce una textura especial. Se agacha, toma la piedra, la observa y la deja caer, hasta que sus manos, entrenadas por la experiencia y no por aulas, detectan un brillo opaco en un costado, un tramado que apenas se deja intuir. "Esta tiene corazón", dice antes de guardarla en su saco.

No estudió geología ni arte, pero Greivin ha aprendido a mirar con una paciencia que no se enseña en la universidad. Las ágatas son muy duras: están hechas de sílice casi puro, en forma de calcedonia. Las vemos como bloques en el río porque la roca que las contenía se deshizo y ellas, más resistentes, viajaron con la corriente.

Cuando Greivin corta una de sus piedras, el misterio se abre en capas. Aparecen líneas que simulan ríos detenidos, remolinos petrificados, círculos que cuentan una historia sin palabras. Cada capa es un registro de la historia de la ágata, y cada una es irrepetible, como una huella digital.

La autora piensa en Agatha Christie, la escritora que convirtió el misterio en arte. Christie no solo inventaba enigmas; los desplegaba con la precisión de una piedra cortada en el punto exacto. En sus novelas, como en las ágatas, la verdad espera paciente, hasta que alguien decide mirar de verdad. Cortar para ver.

Entrar a la casa de Greivin es descubrir un orden propio: rocas por todas partes, ocupando el patio, los corredores y los rincones donde circulan las gallinas y los patos. Greivin señala cada grupo con precisión: sabe qué encontró, dónde lo puso y qué podría revelar si se corta. "Si quieren, les parto algunas", dice con entusiasmo.

La autora piensa que las ágatas lucen sus irregularidades y sus pliegues con orgullo. Saben que eso las hace únicas. Nosotros, con frecuencia, deseamos lo contrario: intentamos borrar nuestras grietas para parecer más jóvenes, más enteros, sin comprender que en ellas está la prueba de haber vivido.

En las ágatas, lo espontáneo se transforma en armonía. La fluidez, en nueva vida petrificada. Las ágatas no aspiran a la perfección; aceptan su historia y la vuelven forma. En sus anillos se adivina lo que preferimos ocultar: el rastro del tiempo, las pausas, las heridas. Y entonces surge una sospecha: que lo bello no nace a pesar de las trazas, de los surcos, sino a partir de ellos.

¿Te gusta estar informado?

Recibe las noticias más importantes de Latinoamérica directamente en Telegram. Sin Spam, solo realidad.

Unirme Gratis