Cien años después del robo de la Mona Lisa por Vincenzo Peruggia, una serie de atracos a museos en Europa han puesto de manifiesto la persistencia de un modus operandi similar al del célebre ladrón italiano. Desde el Reino Unido hasta Francia, pasando por Brasil, los delincuentes han demostrado una notable habilidad y audacia para perpetrar estos crímenes.
El 21 de agosto de 1911, Vincenzo Peruggia, un trabajador del Museo del Louvre, sustrajo la famosa pintura de Leonardo da Vinci. Dos años y poco más de cien días después, el cuadro fue recuperado cuando Peruggia intentaba venderlo a un galerista. Este ladrón nació y murió un 8 de octubre, en 1881 y 1925, respectivamente, y a cien años de su muerte, los sucesos recientes parecen rendir un homenaje a semejante precursor.
Peruggia impuso todo un estilo, con notorio realismo y simplicidad: nada en él llamaba la atención, pasó inadvertido durante la sustracción, ocultando el cuadro sin despertar sospechas. El robo a una institución "custodiada", que la literatura y el cine convirtieron en espectáculo, ofreció un cariz entre romántico y aventurero al perpetrador, con habilidades y tecnología de superhéroe fantástico.
Sin embargo, la realidad de los recientes atracos a museos en Europa es muy distinta. En el Reino Unido, dos sospechosos vestidos de negro y con capuchas forzaron la entrada al Museo y Galería de Arte Royal Albert Memorial en Exeter, robando 17 relojes de bolsillo antiguos y un trabuco. Mientras que en Bristol, cuatro hombres con bolsas saquearon más de 600 objetos en el depósito del Museo de Bristol, incluyendo artículos militares, joyas y piezas de historia natural.
En Brasil, dos ladrones armados ingresaron a la Biblioteca Municipal Mário de Andrade en S o Paulo y se llevaron ocho grabados originales de Henri Matisse y cinco del artista brasileño Candido Portinari. Y en Francia, dos ladrones vestidos de obreros de mantenimiento robaron joyas históricas valoradas en 100 millones de dólares del Museo del Louvre.
Estos atracos, que han tenido lugar en los últimos años, parecen seguir la estela del robo de la Mona Lisa, con una notable habilidad y audacia por parte de los delincuentes. Aunque los desenlaces han sido diferentes, con arrestos y recuperación de algunas piezas, la mayoría de los objetos robados siguen desaparecidos, lo que pone de manifiesto la persistencia de este modus operandi y la necesidad de reforzar la seguridad en los museos.
