La estigmatización y el descrédito que enfrentan las mujeres al denunciar violencia de género es una realidad alarmante que debe ser abordada con urgencia. Lejos de ser un problema social, las estadísticas muestran que las denuncias falsas son extremadamente poco frecuentes, representando menos del 1% de los casos a nivel global.
En Argentina, menos del 3% de las denuncias penales terminan catalogadas como falsas o infundadas, y la mayoría de estas no están relacionadas con violencia de género. Además, se estima que solo 1 de cada 4 mujeres que sufre violencia de su pareja busca asistencia o denuncia ante la justicia, debido al miedo, la verg enza y la desconfianza en el sistema.
La narrativa que enfatiza las "falsas denuncias" como un problema social suele ser una estrategia discursiva de sectores conservadores y antifeministas para deslegitimar los reclamos por violencia de género, erosionar la confianza en las víctimas y desviar la atención de las desigualdades estructurales que las afectan.
Lejos de ser un fenómeno generalizado, la evidencia empírica muestra que la violencia contra las mujeres es un problema persistente y que las denuncias son, en su gran mayoría, verídicas. Negar esta realidad y culpar a las víctimas solo contribuye a perpetuar un sistema patriarcal que las revictimiza y les niega el acceso a la justicia.
Es fundamental que las políticas públicas se basen en datos y en el reconocimiento de las relaciones de poder desiguales, en lugar de alimentar una cultura de desconfianza hacia las víctimas. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres puedan denunciar sin temor a ser desacreditadas.
