La soledad es una experiencia compleja que muchas personas enfrentan, especialmente durante las fiestas de fin de año. En una sociedad que valora la pareja y la pertenencia como signos de éxito, la soledad suele percibirse más como una amenaza que como una elección.
Sin embargo, como explica el psicólogo Mauricio J. Strugo, la soledad no es un fenómeno exclusivamente estacional. Muchos adultos que no están en pareja llegan a los consultorios expresando un malestar que va más allá de la falta de compañía en fechas especiales. La soledad, en estos casos, tiene que ver más con la sensación de no encajar en un modelo de vida que se presenta como el único válido.
"La pregunta empieza a tomar forma: ¿la soledad que duele tiene que ver con estar solo o con no sentirse parte?", se cuestiona Strugo. Desde una perspectiva evolutiva, el ser humano es una especie profundamente gregaria, por lo que la soledad puede tocar una fibra profunda ligada a la historia temprana y al apego.
Sin embargo, el autor también señala que existe una soledad que no es carencia, sino elección. Estar solo puede ser un espacio fértil para conocerse, descubrir preferencias y elegir cómo y con quién compartir la vida. "No todo lo compartido necesita necesariamente de otro para tener valor", afirma.
En este contexto, la tecnología y las redes sociales juegan un papel ambivalente. Si bien facilitan la conexión, también pueden reforzar el aislamiento al reemplazar los encuentros reales por interacciones mediadas por pantallas.
"¿No nos pasa de ir a encuentros con amigos y que, sin darnos cuenta, todos terminemos mirando el teléfono? ¿Cuánto del encuentro se pierde en esa distracción constante?", se pregunta Strugo.
El desafío, entonces, no sería escapar de la soledad a toda costa, sino aprender a convivir con ella, a elegirla cuando es una opción y a no juzgarla cuando es una carga. Porque, como concluye el autor, "tal vez el sufrimiento no esté en la soledad, sino en el modo en que la leemos y la juzgamos".
