La historia a veces te espera en un rincón improbable. En Tabarka, Túnez, una noche tibia con música flotando sobre la playa, el periodista se encontró cara a cara con Francesca Albanese, la gran defensora de los derechos humanos palestinos, a quien describe como "la Lebron James de los derechos humanos".
Albanese, una mujer que ha enfrentado a imperios enteros con solo su voz como espada, sorprendió al periodista, quien esperaba compartir su propia historia familiar de la diáspora palestina. Pero Francesca ya conocía cada capítulo de esa historia, y le habló no como funcionaria o experta, sino como madre.
Contó cómo su incansable cruzada por la causa palestina le ha costado a su familia: amenazas, vigilancia y sanciones estadounidenses que le impiden usar tarjetas de crédito o recibir regalos, e incluso castigan a sus amigos por invitarla a un café. Todo gracias al "celo punitivo de políticos estadounidenses como Marco Rubio, guardianes de un orden que castiga la verdad cuando amenaza a sus aliados".
Pero Francesca no se arrepiente. "Si no damos esta batalla, ¿quién la dará?", se pregunta. Y habla del amor, no el trivial, sino el amor como fundamento moral: "El ser humano es energía, y si somos pasajeros en este mundo, lo mínimo que podemos hacer es proteger lo bello: la empatía, la ternura, la naturaleza, las conexiones entre nosotros".
En un mundo que a menudo ignora a los palestinos y justifica lo injustificable, la lucha incansable de Francesca Albanese se erige como un faro de esperanza y un recordatorio de que la verdad y la justicia deben prevalecer, sin importar los obstáculos que se presenten.












