La demolición del monumento chino en Panamá ha generado una importante discusión sobre los límites del poder estatal y la necesidad de transparencia en las decisiones públicas. Lejos de ser un mero trámite técnico, este acto pone en evidencia un patrón de acciones que pueden debilitar la confianza ciudadana y erosionar la cultura cívica.
El texto destaca que un monumento en el espacio público no es neutral, sino que representa memoria, reconocimiento y relaciones históricas. Demolerlo sin deliberación ni transparencia es, por lo tanto, un acto político que minimiza la responsabilidad de quienes deciden y envía un mensaje implícito de que los símbolos y la historia pueden ser manipulados a conveniencia.
La autora argumenta que toda acción pública debería atravesar un proceso de deliberación, ejecución y rendición de cuentas. Omitir la primera y debilitar la última no destruye la democracia de inmediato, pero enseña a la sociedad que el poder puede actuar sin necesidad de convencer. Esta normalización del silencio y la evasión es peligrosa, ya que puede llevar a la ciudadanía a volverse espectadora y aceptar decisiones sin cuestionarlas.
El texto también señala que la demolición del monumento chino proyecta señales al exterior sobre la solidez de las instituciones panameñas, lo cual es relevante considerando la importancia de la relación diplomática y comercial con China.
En conclusión, la autora sostiene que la verdadera fortaleza de un Estado radica en decidir con conciencia, anticipando consecuencias y comunicando motivos. Cuando las decisiones públicas se toman sin deliberación ni explicación, se abre paso a la arbitrariedad y se debilitan los principios democráticos que sostienen la confianza entre Estado y ciudadanía. La reflexión crítica sigue siendo la herramienta más poderosa para impedir que el poder se ejerza sin justicia ni razón.











