La capacidad de doblar la lengua en forma de U, a menudo presentada como una prueba simple de herencia genética, es en realidad un rasgo mucho más complejo. Según los expertos, no depende de un único gen, sino que es un rasgo poligénico y multifactorial, influenciado tanto por factores genéticos como ambientales.
Los estudios realizados en familias y gemelos han mostrado que, si bien hay una cierta influencia genética, también hay un margen importante para factores no genéticos, como variaciones anatómicas y el aprendizaje. De hecho, la evidencia acumulada sugiere que la prevalencia de "enrolladores" de lengua varía considerablemente, entre aproximadamente dos tercios y cuatro quintas partes de la población, dependiendo de cómo se defina y mida el gesto.
Una pista interesante es que, cuando se evalúan varios movimientos linguales en una muestra sana, parte de los participantes cree que puede hacer ciertos gestos, pero no los ejecuta correctamente cuando se les pide. Esto indica que el "sí o no" no siempre es tan obvio como parece.
Los especialistas consultados señalan que la capacidad de doblar la lengua depende de la biomecánica de este órgano muscular complejo, incluyendo factores como la flexibilidad, el control fino y la coordinación de los músculos, así como de la anatomía del paladar y el espacio disponible en la cavidad oral.
Además, la hipótesis más aceptada hoy es que, si hay un componente genético, este se parece más a un rasgo poligénico y multifactorial (muchos genes con efectos pequeños, más ambiente) que a un interruptor de "gen único". En genética, esta categoría se usa para características que no siguen las reglas simples de Mendel y que también pueden verse influidas por el entorno.
La idea de que la habilidad puede entrenarse no es un mito urbano sin más. Si el gesto depende en parte del control muscular y de la coordinación, es razonable que algunas personas mejoren con práctica. Sin embargo, esto no significa que cualquiera vaya a conseguirlo, ya que el rasgo no funciona como un "test genético casero".
En resumen, la capacidad de doblar la lengua en forma de U no es un indicador de salud ni una señal clínica, y no parece existir una ventaja evolutiva directa asociada a este gesto. Es simplemente un ejemplo de cómo pequeñas diferencias en anatomía, desarrollo y herencia pueden traducirse en capacidades corporales distintas sin que eso implique superioridad biológica.












