El año 2025 se ha caracterizado por una creciente polarización política, tanto dentro de Estados Unidos como a nivel global. La escena política se ha visto marcada por una teatralidad excesiva y un frágil equilibrio entre las diferentes fuerzas en juego.
La profunda división que atraviesa a la sociedad estadounidense se ha reflejado en el ámbito político, con un Congreso cada vez más fragmentado y una Casa Blanca que ha tenido que lidiar con una oposición feroz. Los temas más controvertidos, como la inmigración, el cambio climático y la política exterior, han sido escenario de intensos debates y enfrentamientos entre los diferentes bandos.
Más allá de las fronteras de Estados Unidos, la polarización también ha caracterizado la dinámica política en otras partes del mundo. Conflictos regionales, tensiones geopolíticas y la emergencia de nuevos liderazgos han contribuido a un clima de incertidumbre y confrontación.
En este contexto, los equilibrios se han vuelto cada vez más frágiles, con alianzas y coaliciones que se forman y se deshacen con rapidez. La búsqueda de soluciones a problemas globales, como la pandemia, la crisis climática y las desigualdades, se ha visto obstaculizada por la falta de consenso y la priorización de intereses particulares.
La teatralidad ha sido otro rasgo distintivo de este 2025, con líderes políticos que han recurrido a discursos grandilocuentes, gestos dramáticos y estrategias de comunicación cada vez más sofisticadas para ganar el favor de sus bases y desacreditar a sus oponentes.
A medida que el año llega a su fin, la pregunta que se impone es si este patrón de polarización y teatralidad excesiva podrá ser superado en el futuro, o si se convertirá en una característica permanente de la dinámica política global. Lo que es seguro es que el 2025 dejará una huella indeleble en la historia reciente, marcada por la fragilidad de los equilibrios y el exceso de la confrontación.











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