Diez años después de la firma del Acuerdo de París, el mundo se enfrenta a una realidad climática cada vez más apremiante. Si bien el acuerdo estableció una meta de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 C, las proyecciones actuales muestran que la Tierra se encamina peligrosamente a un aumento de entre 2,6 y 3,1 C.
En este escenario, Chile ha respondido con pasos firmes y concretos, convirtiéndose en un líder regional y referente global en la transición energética. Desde 2015, la inversión en energías limpias se ha multiplicado por diez, y hoy más del 60% de la matriz eléctrica del país proviene de fuentes renovables.
La Ley Marco de Cambio Climático, promulgada en 2022, estableció la meta de carbono-neutralidad al 2050, mientras que la actualización de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) en 2020 fijó reducir en un 30% las emisiones de CO al 2030. Además, Chile se ha consolidado como potencia solar, líder en energía eólica y pionero en la industria del hidrógeno verde.
Sin embargo, la realidad climática sigue golpeando con fuerza. La sequía afecta a cerca del 80% del territorio, y los incendios forestales incrementan en intensidad y frecuencia, lo que evidencia la necesidad de avanzar en adaptación y resiliencia al mismo ritmo que la mitigación.
En la actualización de la NDC presentada en la COP30, Chile elevó significativamente su ambición climática para el periodo 2025-2035, incorporando un enfoque robusto de adaptación y resiliencia, criterios sociales para asegurar una transición justa, y nuevos instrumentos económicos como el precio social del carbono y el fortalecimiento del impuesto verde.
"El Acuerdo de París nos dio dirección, pero la velocidad depende de la voluntad política, la innovación empresarial y la participación ciudadana", afirma Pacto Global Chile, organización que trabaja para que las empresas transiten desde los compromisos voluntarios hacia planes climáticos robustos.
Chile tiene la oportunidad de liderar en América Latina una transición justa y regenerativa que reduzca emisiones, fortalezca la resiliencia social y ambiental, y genere nuevas oportunidades económicas. La década que viene será decisiva, y el futuro climático del país y del mundo depende de transformar promesas en acciones concretas, medibles y urgentes.
