Eglantyne Jebb, una mujer determinada y visionaria, se convirtió en una heroína inesperada al final de la Primera Guerra Mundial. En un momento en que muchos británicos se negaban a ayudar a los antiguos enemigos, Jebb se enfrentó a la ley y a la opinión pública para salvar a los niños que sufrían hambre y desnutrición en Europa.
La historia de Jebb se remonta a 1919, cuando llegó a Trafalgar Square en Londres con un propósito: repartir un folleto con la fotografía de una niña austríaca de dos años y medio que pesaba apenas 5,5 kilos, víctima de la desnutrición generalizada que azotaba a los países derrotados tras la guerra.
Aunque en un principio fue arrestada por la policía, acusada de sedición, Jebb logró utilizar su juicio para amplificar su mensaje y conmover a la opinión pública. Argumentó que era un deber moral ayudar a los niños inocentes, sin importar de qué bando provenían. Su frase "No tengo enemigos menores de 7 años" se convirtió en un lema para la organización que fundó junto a su hermana Dorothy: Save the Children.
Eglantyne Jebb era una mujer compleja. Aunque no disfrutaba del trato con los niños, dedicó su vida a protegerlos y a luchar por sus derechos. Fue clave en la creación de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Sociedad de Naciones en 1924 y que sigue siendo influyente hoy en día.
A pesar de la oposición y la incomprensión de su época, Jebb logró cambiar la forma en que el mundo entero ve, considera y trata a los niños. Su legado perdura en la organización que fundó y que hoy opera en más de 100 países, mejorando la vida de millones de menores.












