La Navidad se acerca y, como cada año, los venezolanos se preparan para recibir esta época del año con una mezcla de emociones. Por un lado, la alegría por lo que aún se conserva de las tradiciones navideñas, y por otro, la nostalgia por lo que falta, por los seres queridos que ya no están, por las mesas incompletas y las conversaciones a distancia.
En un país que atraviesa una profunda crisis económica y social, la Navidad se convierte en un momento de resistencia silenciosa. "Celebrar también es una forma de resistencia", afirma el autor del texto, Pedro Adolfo Morales Vera, economista, abogado, criminólogo, politólogo e historiador.
La Navidad no pide explicaciones ni cuentas, sino memoria y afecto. Es un momento para recordar de dónde venimos, a quiénes queremos y qué no estamos dispuestos a perder. El pesebre se convierte en un "refugio simbólico, un lugar donde todo parece posible durante un instante".
Para muchos venezolanos, este año no se trata de pedir grandes cosas, sino de tener calma, salud y poder decir "gracias" sin ironía. La esperanza es que el próximo año sea "un poco más justo, un poco más amable".
Cada quien vivirá la Nochebuena a su manera, algunos con ruido y risas, otros en silencio, pero todos compartiendo el mismo deseo íntimo: que algo bueno empiece o vuelva. Que esta Navidad nos encuentre "más humanos, más atentos, más capaces de cuidar", y que el Niño Jesús nos recuerde que, incluso en tiempos difíciles, el amor sigue siendo una tarea posible.











