Un estudio comparativo entre diez países europeos revela importantes diferencias en los sistemas de orientación académica y vocacional, con Canadá y Finlandia a la cabeza y España rezagada. Mientras que en Canadá y Finlandia la orientación es un proceso continuo y personalizado desde la educación primaria hasta la secundaria, en España se limita básicamente al acompañamiento tutorial y aparece como materia optativa solo en el último año de la ESO.
Los países con sistemas de orientación más robustos presentan mejores resultados en inserción laboral. Por ejemplo, en el caso de los titulados en Bachillerato o FP de grado medio, España registra un 12.3% de desempleo, muy por encima de Alemania (2.8%), Países Bajos (3.3%) y Reino Unido (5.4%).
Además, los países con modelos de orientación más integrados y personalizados, como Canadá, Finlandia, Francia y Países Bajos, suelen tener mejor rendimiento educativo en evaluaciones internacionales como PISA.
El estudio, realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que los modelos de orientación más exitosos no dependen solo del nivel de inversión, sino en cómo esa inversión se distribuye en políticas de orientación más estructuradas y tempranas.
Mientras que España y Portugal brindan un apoyo a la orientación académica y profesional a través de los Servicios de Psicología y Orientación, países como Reino Unido, Alemania, Dinamarca e Italia priorizan la conexión entre las escuelas y el entorno laboral. Por su parte, Canadá, Finlandia, Francia y Países Bajos ofrecen modelos que combinan ambos enfoques, resultando en sistemas de orientación más flexibles y personalizados.
Uno de los elementos clave que diferencia a estos países es la evaluación sistemática de los procesos de orientación, algo que España y Portugal no cuentan a nivel nacional.
Los investigadores señalan que para mejorar la orientación académica en España sería necesario incorporarla como un área o asignatura transversal y obligatoria desde educación infantil hasta mediados de la ESO, y luego como materia específica obligatoria y evaluable hasta el final del bachillerato, incluyendo un proyecto de proyección futura académica y profesional.
Además, cada centro escolar debería darle a la orientación un espacio protagonista en el proyecto educativo, trabajarla en el marco de las "competencias clave" y establecer redes de centros para compartir buenas prácticas, así como conectar más el centro con el entorno social.
