Estudiantes de La Plata protagonizó una verdadera odisea en las últimas semanas, superando toda clase de adversidades para terminar coronándose campeón del Torneo Clausura y del Trofeo de Campeones en apenas siete días. Un final de película para un equipo que parecía tener todo en contra.
Hace apenas un mes, el panorama para Estudiantes era desolador. Octavo en su zona y dependiendo de que otros equipos no ganaran para meterse en los playoffs, todo indicaba que el técnico Eduardo Domínguez no continuaría al mando. Pero el "milagro" sucedió y el Pincha logró clasificar como el peor ubicado de la Zona A.
A partir de ahí, nada volvería a ser igual. Estudiantes se enfrentó a Rosario Central, que había sido consagrado campeón de manera polémica, y los jugadores del Pincha decidieron darle la espalda a los rivales en el tradicional pasillo de campeón. Esto desató una verdadera guerra con la AFA, que sancionó duramente a los futbolistas y al presidente Juan Sebastián Verón.
Sin embargo, lejos de que el contexto les jugara en contra, los dirigidos por Domínguez dieron un paso al frente. Eliminaron a Central Córdoba en cuartos de final y luego superaron sin atenuantes a Gimnasia en el clásico platense de semifinales. Llegaba la final ante Racing.
Fue un partido sufrido, con Estudiantes yendo en desventaja por el gol de Maravilla Martínez, pero Guido Carrillo apareció para forzar el alargue y finalmente consagrarse campeón del Torneo Clausura en la tanda de penales.
Pero la historia no terminaba ahí. Apenas siete días después, Estudiantes debía enfrentar a Platense por el Trofeo de Campeones. Otra vez, el Pincha tuvo que remontar un gol en contra, esta vez gracias a la aparición de Lucas Alario en el tramo final del partido.
De la desazón a la gloria, Estudiantes completó una gesta inolvidable, superando toda clase de obstáculos para terminar levantando dos trofeos en apenas una semana. Una película de Hollywood hecha realidad para el Pincha, que sigue escribiendo páginas doradas en su historia.
