El 20 de diciembre de 1989, las fuerzas armadas de Estados Unidos lanzaron una invasión a gran escala sobre Panamá, en lo que se conoce como la "Operación Causa Justa". Esta acción militar, ordenada por el entonces presidente George H.W. Bush, tenía como objetivo principal capturar al general Manuel Noriega, quien en ese momento era el líder de facto del país centroamericano.
La invasión, que duró aproximadamente un mes, dejó un saldo de cientos de víctimas civiles y militares, y marcó un hito en la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos. Treinta y tres años después, la herida sigue abierta y el recuerdo de aquellos acontecimientos sigue vivo en la memoria del pueblo panameño.
Las razones detrás de la invasión
La decisión de Estados Unidos de invadir Panamá se basó en una serie de factores que se fueron acumulando a lo largo de la década de 1980. En primer lugar, el gobierno de Noriega, que había llegado al poder a través de un golpe de Estado en 1968, se había convertido en un aliado cada vez más incómodo para Washington.
Noriega, quien había sido durante años un informante de la CIA, había comenzado a distanciarse de los intereses estadounidenses y a establecer vínculos con países considerados enemigos, como Cuba y Nicaragua. Además, se le acusaba de estar involucrado en el narcotráfico y de haber participado en el asesinato de opositores políticos.
Por otro lado, la situación económica y social en Panamá se había deteriorado significativamente durante la década de 1980, lo que generaba un creciente descontento popular. Este clima de inestabilidad y tensión social fue aprovechado por Estados Unidos para justificar su intervención militar.
La "Operación Causa Justa"
La invasión de Panamá, bautizada como "Operación Causa Justa", comenzó el 20 de diciembre de 1989 y se prolongó durante aproximadamente un mes. Las fuerzas estadounidenses, con un despliegue de más de 27,000 soldados, lograron capturar a Noriega, quien se refugió en la Nunciatura Apostólica y finalmente se entregó a las autoridades estadounidenses.
Durante los combates, se registraron cientos de bajas, tanto entre los militares como entre la población civil. Según informes, al menos 500 panameños perdieron la vida, mientras que las fuerzas estadounidenses sufrieron 23 muertos y 324 heridos.
La invasión también tuvo un impacto económico y social devastador para Panamá. La infraestructura del país sufrió graves daños, y la economía se vio severamente afectada por la interrupción de las actividades comerciales y la parálisis del Canal de Panamá, uno de los principales motores de la economía nacional.
Un legado de controversia y dolor
Treinta y tres años después, la invasión de Estados Unidos a Panamá sigue siendo un tema de gran controversia y debate. Para muchos panameños, la acción militar fue una violación de la soberanía y la integridad territorial de su país, y un claro ejemplo del abuso de poder por parte de la superpotencia del norte.
Además, el legado de la invasión se ha traducido en un profundo resentimiento y desconfianza hacia Estados Unidos, que aún persiste en la sociedad panameña. Muchos consideran que la intervención militar no solo no resolvió los problemas del país, sino que además agravó la situación política y social.
En este contexto, la búsqueda de justicia y reparación para las víctimas de la invasión se ha convertido en una lucha constante para el pueblo panameño. Organizaciones de derechos humanos y grupos de la sociedad civil han exigido al gobierno de Estados Unidos que asuma su responsabilidad y brinde una compensación adecuada a los afectados.
A pesar de los años transcurridos, la herida de la invasión sigue abierta, y el recuerdo de aquellos trágicos eventos sigue siendo una parte fundamental de la historia y la identidad nacional de Panamá.
