La Navidad es una de las festividades más importantes a nivel mundial, asociada tradicionalmente con la alegría, la unión familiar y el espíritu de celebración. Sin embargo, para muchas personas esta época del año puede resultar incómoda e incluso dolorosa, por diversas razones que van desde el rechazo al consumismo hasta los conflictos familiares y el duelo.
Desde la psicología, uno de los motivos más frecuentes es el rechazo al consumismo que rodea a la Navidad. La presión por comprar regalos y cumplir con expectativas económicas transforma lo afectivo en una exigencia, convirtiendo algo que debería ser gratificante en una obligación. "Muchas personas viven estas fechas como una demanda ineludible: no se trata sólo de obsequiar, sino de 'deber' obsequiar. Y ese deber erosiona el sentido de encuentro", explica Miriam Pardo Fariña, académica de Psicología de la Universidad Andrés Bello.
Esta vivencia se conecta también con la idea del mandato social: lo que debería ser una elección, se vuelve una obligación. "Cuando algo que podría ser gratificante se convierte en 'tienes que', se activa resistencia. La imposición es una mala compañera de la alegría", agrega Pardo.
Además, el ideal de "paz y amor" que se asocia a la Navidad contrasta con realidades familiares complejas. Para quienes transitan conflictos crónicos, las frases navideñas pueden sonar utópicas o incluso molestas. "La Navidad visibiliza la brecha entre lo que se espera y lo que se puede. Esa disonancia produce malestar, porque hace evidente lo que falta: la armonía, el cuidado y la validación de diferencias", explica la psicóloga.
El contexto global también tensiona el relato de buena voluntad universal. "Hay personas que sienten que el optimismo navideño invisibiliza el dolor colectivo. Rechazan la fiesta como gesto ético, no por amargura, sino por coherencia", dice Pardo.
Otra razón por la que la Navidad puede ser una época dolorosa es el duelo reciente o prolongado. "El duelo reabre la herida. La Navidad es una fecha que intensifica la presencia de la ausencia. Allí emergen emociones ambivalentes: el deseo de compartir y el peso de la pérdida", señala la experta.
Los cortes afectivos también pueden generar sufrimiento en estas fechas. "Los quiebres familiares también duelen en estas fechas. La memoria vuelve, con eventos traumáticos, discusiones o distancias no resueltas", agrega Pardo.
Además, el estrés y la sobrecarga emocional y logística que implica la organización de la celebración pueden convertir la Navidad en una tarea agotadora, especialmente cuando recae siempre en las mismas personas.
Frente a esta realidad, la psicóloga recomienda validar los sentimientos, ajustar las expectativas al contexto real, buscar el autocuidado y establecer acuerdos sin imposición, reconociendo las diferencias. "La Navidad no es una prueba de unidad perfecta. Es un momento que se construye reconociendo diferencias. El consenso es más sostenible que la uniformidad", concluye.











