La NASA investiga en la Estación Espacial Internacional un fenómeno extremo de la física cuántica que desafía las leyes clásicas de la materia. A través de experimentos en microgravedad, científicos buscan entender cómo este estado único podría abrir nuevas posibilidades tecnológicas y revelar claves fundamentales sobre el origen y funcionamiento del universo.
En la Tierra, la materia se presenta habitualmente en tres estados conocidos: sólido, líquido y gaseoso, formas fácilmente reconocibles en la vida cotidiana. A ellos se suma un cuarto estado, el plasma, presente en fenómenos naturales como los rayos, las estrellas y el Sol. Sin embargo, desde hace algunas décadas, la ciencia confirmó la existencia de un quinto estado de la materia, mucho más complejo y difícil de observar.
Se trata de los condensados de Bose-Einstein (BEC), una forma de materia que se genera cuando las partículas se enfrían a temperaturas extremadamente cercanas al cero absoluto, provocando que los átomos se comporten como un único objeto cuántico, más parecido a una onda que a partículas individuales.
Aunque su creación ya es un desafío en la Tierra, la NASA ha logrado producir condensados de Bose-Einstein en el espacio, aprovechando las condiciones únicas de la microgravedad a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI). Allí, los científicos pueden observar estos fenómenos durante más tiempo y con mayor precisión.
Uno de los proyectos clave es el Laboratorio de Átomos Fríos (CAL), donde los átomos se enfrían hasta una fracción mínima por encima del cero absoluto. En este entorno, los BEC flotan libremente, lo que permite estudiar su comportamiento cuántico a una escala macroscópica, algo imposible de lograr en condiciones terrestres.
Según la NASA, analizar cómo estos condensados idénticos interactúan como una sola onda permite obtener información valiosa sobre el comportamiento de átomos y partículas subatómicas, cuyas propiedades ondulatorias normalmente no pueden observarse de forma directa.
La investigación sobre los condensados de Bose-Einstein tiene un impacto potencial que va más allá del laboratorio. Los científicos sostienen que estos estudios podrían conducir al desarrollo de sensores ultraprecisos, nuevos materiales avanzados y una mejor comprensión de la naturaleza fundamental del universo.
De hecho, gran parte de la tecnología actual como los láseres, los teléfonos celulares, los sistemas GPS, las computadoras y los escáneres de resonancia magnética surgió a partir de descubrimientos cuánticos que, en su momento, parecían pura ciencia ficción.
Los BEC fueron teorizados en la década de 1920 por los físicos Satyendra Nath Bose y Albert Einstein, y creados por primera vez en laboratorio en 1995, un hito que marcó el reconocimiento oficial del quinto estado de la materia.
Hoy, gracias a los experimentos realizados en el espacio, la investigación cuántica sigue ampliando los límites del conocimiento y podría sentar las bases para avances tecnológicos y científicos que transformen tanto la exploración espacial como la vida cotidiana en la Tierra.












