Un estudio reciente evidenció que la rana japonesa de estanque de manchas negras (Pelophylax nigromaculatus) puede devorar a la avispa gigante del norte (Vespa mandarinia), conocida como "avispa asesina", sin sufrir daño alguno, incluso tras recibir varias picaduras que resultarían letales para otros animales.
Esta sorprendente resistencia fue documentada por el ecólogo Shinji Sugiura, de la Universidad de Kobe, abriendo nuevas perspectivas en el estudio de las adaptaciones biológicas.
El hallazgo se basa en un experimento con 45 ranas expuestas a tres especies distintas de avispas: la avispa gigante del norte, la avispa amarilla y la avispa de ventilación amarilla. Cada rana recibió una avispa y el resultado fue impactante: el 79% consumió a la avispa gigante, el 87% a la avispa amarilla y el 93% a la de ventilación amarilla. Durante el proceso, las ranas recibieron picaduras en la boca, lengua y ojos, pero no sufrieron daño ni regurgitaron las presas.
Sugiura, autor principal del estudio publicado el 3 de diciembre de 2025 en la revista Ecosphere, remarcó la singularidad de esta resistencia: "Mientras que un ratón de tamaño similar puede morir por una sola picadura, las ranas no mostraron daño alguno, incluso tras ser picadas repetidamente".
El fenómeno fue estudiado después de hallar restos de avispas en estómagos de ranas y comprobar en investigaciones previas que estos anfibios soportan el veneno de otros himenópteros. La explicación científica apunta a que los anfibios muestran mayor tolerancia a venenos y toxinas que otros animales, posiblemente porque muchas especies producen sus propias toxinas.
Brian Gall, biólogo de Hanover College, observó en experimentos que sapos americanos y sapos de Fowler pueden comer hormigas de terciopelo, insectos temidos por su potente aguijón y exoesqueleto duro, sin sufrir consecuencias. Gall resaltó que "los anfibios parecen tener el armamento perfecto para consumir presas peligrosas", ya que las engullen enteras y las recubren con mucosidad.
Según la hipótesis de Sugiura, el veneno de la avispa gigante estaría adaptado para disuadir principalmente a aves y mamíferos, depredadores más habituales para estos insectos, y no a los anfibios como la rana japonesa, que no representan una amenaza frecuente. Esta adaptación explicaría la capacidad de las ranas para tolerar ataques mortales para otros animales.
El descubrimiento abre nuevas líneas de investigación sobre las sorprendentes capacidades de adaptación de los anfibios, un campo que promete revelar más secretos de la evolución y la supervivencia de estas fascinantes criaturas.












