Los artesanos de Areguá, cuna del arte y las manos trabajadoras de Paraguay, enfrentan una dura realidad en esta época navideña. Pese a ofrecer pesebres de todo tipo de precios, desde 40.000 guaraníes hasta verdaderas obras de arte de 20 millones, las ventas han caído drásticamente en comparación a años anteriores.
Don Chito Centeno, nacido y criado en una familia de artesanos, expresa con tristeza que la situación no es exclusiva de su taller, sino que afecta a muchos de sus compañeros de la zona. "Todo el año trabajamos, con paciencia y amor, esperando esta época", cuenta, pero lamentablemente la realidad los golpea fuerte.
La gente visita Areguá, admira los pesebres, pero ya no se llevan los diseños completos como solían hacerlo. Ahora, se conforman con reemplazar solo un niñito, un animalito que haya perdido una patita o un brazo. Esto preocupa a los artesanos, quienes temen que se esté perdiendo algo mucho más grande que una simple compra: la tradición familiar de antaño, esa que reunía a todos alrededor del pesebre y daba verdadero sentido a la Navidad.
Don Chito comenta con nostalgia que, en un intento por innovar sin perder la esencia, el año pasado comenzó a hacer pesebres en tamaño real, por encargo. Logró vender tres. "Este año, todavía no vendí ninguno", lamenta. Aun así, no pierde la fe y espera que en esta semana previa a la Navidad, la gente despierte y vuelva a elegir el pesebre como símbolo de unión y de identidad.
Los artesanos de Areguá luchan por mantener viva una tradición que va más allá de una simple compra. Para ellos, el pesebre representa a la familia, al nacimiento, a lo propio de Paraguay. Temen que, con la creciente popularidad de los árboles de Navidad, algo mucho más profundo se esté perdiendo. Por eso, en estos días previos a la Navidad, esperan que el espíritu navideño renazca y que los paraguayos vuelvan a elegir el pesebre como el símbolo por excelencia de estas fiestas.












