La deforestación continúa ganando terreno en los montes y llanuras de la República Dominicana, con preocupantes consecuencias para el medio ambiente y la población. Según el último Inventario Nacional Forestal, apenas el 37.7% del territorio nacional está cubierto por bosques estrictos, una cifra que desciende al 15% desde el año 2000.
Esta agresiva deforestación, producto de la tala ilegal, la quema, la minería y la expansión agrícola y ganadera, amenaza la calidad del agua, el aire y la seguridad alimentaria del pueblo dominicano. Como advierte la encíclica Laudato Si del Papa Francisco, "no podremos afrontar la degradación ambiental, si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social".
La metáfora de "crónica de una muerte anunciada" utilizada en el texto es particularmente acertada. Al igual que en la novela de Gabriel García Márquez, la deforestación en República Dominicana es un proceso paulatino pero seguro hacia una catástrofe ambiental, que todos conocen pero nadie parece dispuesto a detener. Una sociedad acostumbrada a la pasividad y el desinterés, que normaliza los vicios y males ambientales.
Sin embargo, como señala el filósofo William James, "si estás lo suficientemente preocupado por un resultado, posiblemente harás algo para solucionarlo". Contener la deforestación requiere un esfuerzo estatal concertado, con la participación de toda la sociedad, para cambiar esos modelos insostenibles y depredadores que están llevando a la cobertura boscosa a un punto de no retorno.
Aún hay tiempo de apoyar y participar en acciones que produzcan un impacto significativo en la recuperación del verde en las montañas dominicanas. Pasemos de las ideas a la ejecución de prácticas concretas que garanticen la permanencia de nuestros recursos naturales para el disfrute de las presentes y futuras generaciones.
