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El Rancho de Peña: Cómo una antigua propiedad familiar moldeó el Saltillo moderno

El Rancho de Peña: Cómo una antigua propiedad familiar moldeó el Saltillo moderno

Bajo las calles y fraccionamientos del Saltillo moderno se oculta la historia de una antigua propiedad: el Rancho de Peña, uno de los latifundios familiares más significativos de la región. Esta es la fascinante crónica de cómo una familia de terratenientes consolidó un vasto patrimonio que terminaría por dar forma a la ciudad tal y como la conocemos hoy.

A principios del siglo XIX, José Ignacio Pablo de la Peña Fuentes emergió como la figura central de la familia. Con una visión aguda de expansión, Pablo transformó las propiedades dispersas de sus ancestros y consolidó una extensión de tierra que hoy abarca buena parte del norte de Saltillo. Entre 1857 y 1865, protagonizó una campaña impresionante de adquisiciones, comprando "días de agua" con sus tierras correspondientes para asegurar su patrimonio.

El Rancho de Peña se convirtió en una propiedad enorme al nororiente de la ciudad, con límites impresionantes: desde la calle Mexiquito hasta más allá de la hacienda de los Rodríguez, y desde el arroyo de Iriarte hasta el arroyo Charquillo. Contaba con todo lo necesario para la autosuficiencia: un casco principal, capilla, galera, corrales, carpintería, noria y hasta una planta de luz eléctrica.

Tras la muerte de José Ignacio Pablo, el rancho pasó a manos de sus hijos, iniciando un inevitable proceso de fragmentación a medida que la propiedad se dividía entre los numerosos descendientes. Las familias De Valle, Siller, Arizpe, Cabello, Dávila, Galindo y Rodríguez fueron absorbiendo porciones del antiguo latifundio.

Figuras destacadas como el gobernador Jesús María de Valle de la Peña y el general Medardo Peña, tío de la actual guardiana de la memoria familiar, Ana María del Refugio González Rodríguez, formaron parte de este legado.

Ana María guarda los recuerdos más vívidos de los últimos años del rancho como unidad productiva. De niña, visitaba la hacienda cada quince días, nadando en los sembradíos de trigo que se extendían por kilómetros. Pero la modernización era imparable, y las tías de Ana María terminaron vendiendo partes del rancho para dar paso a colonias, bodegas y centros comerciales.

Hoy, el norte de Saltillo, con sus calles, avenidas y fraccionamientos, se asienta sobre lo que fue el Rancho de Peña. Algunos vestigios, como misteriosas piedras tipo Stonehenge, son los únicos testigos mudos de un pasado que casi nadie recuerda. Sin embargo, gracias a la labor de Ana María y su familia, el legado de los De la Peña no ha sido olvidado, y su historia sigue viva, enterrada bajo el concreto y el asfalto del Saltillo moderno.

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