La tercera entrega de la saga Avatar, "Avatar: Fuego y Cenizas", se estrena este mes con el objetivo de afianzar el éxito de la franquicia de James Cameron, una de las más taquilleras de la historia del cine.
Después de 16 años desde el estreno del primer capítulo, la nueva película sumerge al espectador nuevamente en el universo de Pandora, el hábitat de los Na'vi, unos humanoides de piel azul que deben enfrentar una vez más los embates de la codicia humana por sus recursos naturales.
En esta ocasión, el protagonista Jake Sully (Sam Worthington) deberá superar la muerte de su hijo mayor, asesinado en la batalla contra la RDA (Administración de Desarrollo de Recursos) al final de la entrega anterior. Junto a su esposa Neytiri (Zoe Saldaña) y sus otros hijos, así como un joven humano que han acogido bajo su protección, tendrán que hacer frente a una serie de nuevos retos.
"Vemos a los hijos afirmarse y tratar de encontrar su lugar en un mundo donde son mestizos. La madre es 100% Na'vi, una tradicionalista pura y dura. El padre viene de otro sistema estelar", explicó el director canadiense James Cameron, de 71 años, en una rueda de prensa en París.
"Estamos ante una familia de refugiados, esencialmente migrantes desplazados. La gente puede identificarse con eso", agregó el cineasta, conocido por su compromiso con causas ambientales.
En su travesía, los protagonistas se cruzarán con los Mangkwan, un pueblo Na'vi cuyo territorio fue devastado por un volcán y que ahora sobrevive del saqueo. Liderados por Varang, interpretada por Oona Chaplin, nieta del legendario Charles Chaplin, los Mangkwan representan un lado más oscuro y desesperado del pueblo Na'vi.
"Varang se cree una reina, pero está hundida en la desesperación al ver sus tierras cubiertas de cenizas, donde toda forma de vida está condenada a desaparecer, donde cada uno se sumerge en la locura y la angustia", detalló Chaplin.
Además de esta nueva antagonista, los habitantes de Pandora tendrán que resistir una vez más a los humanos de la RDA, quienes preparan una nueva ofensiva para matar a los Tulkuns, unas criaturas marinas gigantescas y pacíficas, con el fin de extraer de su cerebro la amrita, una sustancia de alto valor comercial.
"La historia original de Avatar llevaba un mensaje muy medioambiental, mucho más explícitamente, creo, que las historias siguientes", reconoció Cameron, quien defiende su técnica de "performance capture" para capturar con precisión la interpretación de los actores que encarnan a los Na'vi.
Pese a los avances tecnológicos, como la explosión de la inteligencia artificial generativa, el director aseguró que no recurrieron a estas herramientas en la filmación de las segundas y terceras entregas de la saga, realizadas entre 2017 y 2018.
"No soy negativo respecto a la IA generativa. Solo quería señalar que no la usamos en las películas de Avatar. No reemplazamos a los actores", puntualizó Cameron.
Más allá de los elogios por los efectos visuales, las críticas a la saga Avatar se han centrado en el guión, considerado por algunos simplista, maniqueo e incluso repetitivo. Ante esto, el director bromeó: "Solo tuve unas cinco buenas ideas en mi vida. Me limito simplemente a rehacerlas una y otra vez".
