En Panamá, la llegada del Año Nuevo se vive de una manera única, donde la mezcla de culturas y la búsqueda de la suerte se entremezclan en una atmósfera festiva y llena de tradiciones.
El autor describe cómo en estos últimos días de diciembre se siente una atmósfera "extraña" en el istmo, donde se mezclan la Navidad, el Año Nuevo y costumbres que se han ido incorporando a lo largo de la historia, desde la construcción del Ferrocarril y los canales francés y de Panamá, hasta la cercanía con Estados Unidos.
Esta diversidad cultural se ve reflejada en las calles, donde "cada cual hace en público y sin restricciones lo que quiere", dejando una "vaga sensación de película de misterio olvidada". No es de extrañar ver una estrella de David junto a ornamentos navideños o una menorá que recuerde los orígenes judíos del cristianismo.
Pero más allá de la mezcla de tradiciones, los panameños también buscan atraer la suerte de diversas maneras. Compran toda clase de loterías, legales o ilegales, y recurren a prácticas como colgar arroz con cintas rojas, sobar la barriga de un Buda gordo o colgar cáscaras de naranja en las ventanas para "que no entre la mala vibra".
Incluso en la comida, los panameños se esfuerzan por atraer la abundancia, mezclando platos típicos con elementos simbólicos, como patitas de cerdo afeitadas, hojaldres no reposados y salchichas en salsa roja.
Otros optan por huir de estas costumbres populares y prefieren ir a costosos restaurantes, hoteles y yates, "empinan[do] muchas copas de licor mirando al horizonte como si... ¿fuera a aparecer alguien con un contrato de éxito?".
En definitiva, ser panameño o vivir en Panamá implica estar "a la espera en Año Nuevo", con la esperanza de que el próximo año traiga abundancia y buena suerte, a través de una mezcla única de tradiciones y rituales.











