El tango "Cambalache", escrito por Enrique Santos Discépolo en 1934, parece retratar con asombrosa precisión la realidad de la sociedad costarricense del siglo XXI. El autor del artículo, un estudiante universitario, comparte cómo este clásico de la música argentina le hizo reflexionar sobre la creciente pérdida de valores, el auge del cinismo y la resignación que parecen dominar el panorama nacional.
Discépolo, en su época, describía un mundo donde "da lo mismo ser derecho que traidor", una sociedad en la que la apariencia vale más que la coherencia y todo se mezcla en un mismo "lodo". Estas palabras, escritas hace casi un siglo, encuentran un eco inquietante en la Costa Rica actual, donde el autor percibe que "el chorro y el sabio, el cura y el caradura, conviven en el mismo escenario digital y físico, buscando atención y aprobación, mientras los valores se diluyen en la espuma del ego y la prepotencia".
La vigencia del tango "Cambalache" es tal que el autor no puede evitar una "sonrisa irónica" al escuchar cómo Discépolo anticipó que "cualquiera ahora es un señor" y "cualquiera se convierte en ladrón con un discurso bien armado y una excusa convincente". Estas líneas parecen describir a la perfección la realidad de un país donde, según el autor, "los inmorales nos han igualado: ya no hay escalafón ni verg enza".
La pérdida de valores ya no es un "discurso moralista", sino una "evidencia cotidiana" donde se confunde "libertad con impunidad, autenticidad con exhibicionismo y éxito con trampa". El autor lamenta que el "cinismo es moneda corriente y la indignación dura lo que un story de Instagram".
Sin embargo, el autor concluye con un mensaje de esperanza, afirmando que aún quedan quienes creen en "la decencia sin espectáculo, en la coherencia sin aplausos, en la ética sin filtro". Para él, la "verdadera rebeldía de esta época" es mantener los valores en un mundo que los considera "anticuados".
Discépolo, el visionario poeta del desencanto, parecería tener mucho que decir sobre la Costa Rica de hoy. Y si pudiera observar la realidad actual, probablemente lo haría "con más sarcasmo y emojis", pero con la misma convicción de que el mundo "no está condenado a ser una porquería" y que depende de nosotros dejar de "revolcarnos en el mismo lodo" para construir "un lugar un poco menos cambalache y un poco más humano y educado".












