La popular serie de Netflix, "Stranger Things", se encamina hacia su desenlace final, dejando una sensación agridulce entre los fanáticos. Si bien la serie sigue ofreciendo momentos emocionantes y escenas conmovedoras, también se percibe un desgaste que es difícil de ignorar.
En esta última temporada, la historia parece estirarse más de lo necesario, dando la impresión de que la "maquinaria industrial" ha pesado más que la lógica creativa. Aunque la tensión, el espectáculo y la emoción siguen presentes, también se observan repeticiones y una estructura que da la sensación de estar diseñada para ganar tiempo antes del gran final.
Uno de los problemas más evidentes es el uso torpe del montaje y los flashbacks, que interrumpen constantemente las historias y afectan al ritmo, debilitando el impacto emocional de la trama. Además, algunos personajes, como Eleven, pierden relevancia en estos episodios, a la espera de un mayor protagonismo en el desenlace.
Sin embargo, lo mejor de la serie sigue siendo su reparto, con personajes como Max, Holly y Will destacando en esta entrega. La espectacularidad a nivel visual también sigue siendo una de las grandes fortalezas de "Stranger Things", aunque en ocasiones esto afecta a la narrativa.
En términos narrativos, el avance es mínimo, y la sensación es que tanto los personajes como la historia no han evolucionado demasiado. Toda la responsabilidad recae ahora en el último capítulo, que deberá cargar con gran parte del peso de la temporada.
A pesar de sus defectos, "Stranger Things" no ha perdido su corazón. Hay reconciliaciones que funcionan, escenas que emocionan y secuencias de acción que recuerdan por qué los fanáticos siguen enganchados a la serie. Ahora solo queda confiar en que los hermanos Duffer consigan dar a la serie el cierre que merece.












