En México, el pan no es solo un alimento, sino un elemento fundamental de la identidad y la cultura nacional. Desde los tradicionales bolillos y teleras hasta las propuestas gourmet, el pan ocupa un lugar central en la vida cotidiana de los mexicanos.
La reciente polémica generada por las críticas del panadero británico Richard Hart al pan mexicano ha puesto en evidencia la importancia que tiene este producto en la sociedad del país. Hart, conocido por su pan de masa madre, afirmó que en México "no existe la cultura del pan", una declaración que desató una ola de reacciones.
Lejos de ser una simple afirmación, las palabras de Hart ignoraron el peso simbólico y la diversidad panadera de México. El pan se canta, se bromea y se convierte en un símbolo de la identidad nacional. Desde la torta del Chavo del 8 hasta los memes del "bolillo 'pal susto" que resurgen tras cada sismo, el pan forma parte del tejido social mexicano.
Más allá de su valor simbólico, el pan es también un lucrativo mercado. Según el Instituto de Desarrollo Económico (IDE), en 2024 el sector panificador alcanzó los US$10.000 millones. Este universo va desde las panaderías de barrio hasta los locales en zonas gentrificadas que atraen a turistas dispuestos a hacer largas filas por un rollo de guayaba o una versión reinventada del pan de muerto.
Pero el pan en México no se limita a las tendencias globales o a las técnicas de panadería. Su valor radica en la memoria colectiva que fermenta en cada horno. Más que un simple producto, el pan es un lenguaje cotidiano que atraviesa clases sociales, generaciones y territorios, pues en México se remoja, se le unta y se celebra.
Para Ursulino Rueda, gastrónomo e investigador culinario, "comerte desde una torta de tamal hasta un bolillo con frijoles, o con mantequilla y azúcar, que parecerían comida muy pobre, es lo que nos une". Así, el pan se convierte en un símbolo de la identidad y la diversidad cultural de México, un elemento indispensable en la vida diaria de los mexicanos.












