La conquista de la Copa NBA por parte de los New York Knicks ha encendido las ilusiones de la afición neoyorquina. Sin embargo, los antecedentes recientes de este trofeo invitan a la cautela: levantar la NBA Cup no es un prólogo certero de una temporada consagratoria.
Los Lakers en 2023-24 y los Bucks en 2024-25 también celebraron la Copa NBA, pero ninguno logró transformar ese impulso en una campaña larga y exitosa hacia el título de la NBA. La prestigiosa Copa aún no ha demostrado ser un atajo hacia la gloria mayor.
Los Lakers de LeBron James, tras consagrarse campeones de la Copa, elevaron su producción ofensiva en la segunda mitad de la temporada, pero también empeoraron en defensa. El balance posterior fue de 33-26, cerrando la fase regular con 47-35 y un incómodo paso por el Play-In, antes de ser eliminados en playoffs.
Por su parte, los Bucks de Giannis Antetokounmpo dieron un salto estadístico tras ganar la Copa, pero terminaron quintos en el Este y fueron barridos por Indiana, el futuro campeón de la NBA. La lesión de Damien Lillard desmoronó el proyecto y precipitó una limpieza profunda del plantel.
Con estos antecedentes, el título de los Knicks se celebra, pero también se contextualiza. La Copa NBA ofrece visibilidad, confianza y una medalla temprana, pero no asegura continuidad ni blindaje competitivo. Para New York, el desafío recién empieza: transformar el envión simbólico en solidez sostenida a lo largo de la temporada.
Porque si algo enseñaron Lakers y Bucks es que, en la NBA, diciembre puede ilusionar... pero no perdona en abril.
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