La imaginación, más allá de ser un simple mecanismo mental, es la facultad que ha permitido al ser humano trascender lo meramente biológico y conectarse con lo trascendente. Desde los primeros humanos que alzaron la vista al cielo y vieron más que simples luces y movimientos, la imaginación ha sido el puente que nos ha unido con el Universo y lo divino.
Tal como se expone en este extenso y profundo análisis, la imaginación no es un "adorno" evolutivo, sino la estructura más sagrada del ser humano. Es el punto donde biología, psicología, conciencia de nosotros mismos y del Universo se abrazan. Gracias a ella, el Universo pudo contarse a sí mismo a través de nosotros, y nosotros pudimos entrar en la conciencia del Universo.
La imaginación no solo nos permitió crear mundos internos para entender el mundo externo, sino que también nos abrió la puerta a la espiritualidad y la trascendencia. Todas las religiones, filosofías y visiones espirituales nacen de esa capacidad simbólica y abstracta que nos distingue del resto de los animales.
Incluso en el campo científico, la imaginación ha sido la fuente primaria de los grandes descubrimientos, como lo expresaba el propio Einstein. Primero se intuye, luego se demuestra. La imaginación es la chispa creadora que dio origen al tiempo, a la vida y al Universo mismo.
Sin imaginación, la humanidad sería apenas biología, sin ciencia, sin historia, sin arte, sin civilización. La imaginación es el primer templo del ser humano, el santuario interior donde lo infinito se asoma a nuestra mente y nosotros nos asomamos al corazón del Universo. Es el eco más íntimo de la creación, el puente secreto entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser.












