A pesar de la falta de infraestructuras y de un marco legal adecuado, con la capital tomada por las bandas armadas, el fútbol sigue siendo un deporte muy practicado y seguido en Haití, que se ha visto reforzado por la reciente clasificación del país para la Copa del Mundo tras medio siglo de ausencia.
Esta euforia por el deporte contrasta con la situación de inseguridad en la que se encuentra sumido el país desde 2018, con al menos el 90 % de la capital controlada por bandas armadas que continúan sus ofensivas en nuevas ciudades de provincia, multiplicando los ataques y las masacres contra la población civil.
"Nunca he tenido la sensación de que el Estado de Haití se preocupe por el desarrollo del deporte de forma racional", asegura el Dr. Yves Jean Bart, presidente de la Federación Haitiana de Fútbol (FHF) entre 1993 y 2020. Lo poco que se ha hecho pertenece al pasado, con instituciones como el Ministerio de Deportes y academias deportivas que ya no funcionan.
Debido a la falta de infraestructuras, los aficionados al fútbol entrenan en espacios abandonados, terrenos baldíos, calles o bordes de carreteras, donde se instalan estructuras móviles por las tardes o los fines de semana. Los haitianos juegan a veces descalzos o con sandalias, ya que la compra de botas con tacos es un lujo que no todos pueden permitirse.
Sin embargo, el fútbol sigue siendo una pasión insaciable que une a ricos y pobres, convirtiéndose en la única actividad al alcance de todos los haitianos, junto con el carnaval. Tras más de 50 años de ausencia, Haití logró clasificarse para la Copa Mundial de Fútbol 2026, a pesar de la crisis económica, la inseguridad y las catástrofes naturales que azotan al país.
"No tienen nada, chicos. No tienen nada en los bolsillos. Cuentan con nuestros pies. Hoy hay un partido y podemos hacerles sonreír. Podemos hacerles llorar de alegría", afirmaba el capitán de la selección haitiana, Duckens Nazon, antes del partido decisivo contra Nicaragua que les dio el pase al Mundial.
Esa noche, miles de haitianos salieron a las calles a celebrar la clasificación, demostrando que el fútbol sigue siendo un símbolo de esperanza y unión en medio de la crisis que atraviesa el país.
