La tradición de preservar y venerar las imágenes del Niño Jesús en los hogares bolivianos se mantiene viva a lo largo de generaciones. Familias como la de Gabriela Baldiviezo y Ricardo Montero custodian con gran devoción estas representaciones sagradas, que son regaladas y heredadas de unos a otros como un tesoro familiar.
En el caso de Gabriela, la imagen del Niño Dios que coloca en su pesebre cada Navidad tiene más de 150 años de antig edad. Fue comprada por su tatarabuelo en Cusco y luego pasada de generación en generación hasta llegar a sus manos. Ella la conserva con mucho cuidado, pues la considera una fuente de bendiciones para su familia.
De manera similar, en el hogar de los Montero, la imagen del Niño Jesús ocupa un lugar privilegiado. Hace tres décadas, el bisabuelo de Ricardo se la regaló a su madre Mary Rosa, y ahora él la guarda como el tesoro más preciado, especialmente después del fallecimiento de su progenitora.
Estas familias no solo preservan las imágenes, sino que también mantienen vivas las tradiciones navideñas en torno a ellas. Organizan celebraciones, adoraciones, chocolatadas y repartición de regalos a los niños, todo como muestra de agradecimiento y fe.
La conservación de estas figuras sagradas del Niño Jesús se ha convertido en una costumbre arraigada en muchos hogares católicos bolivianos, que ven en ellas un vínculo con sus seres queridos del pasado y una fuente de bendiciones para el presente y el futuro.










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