Un total de 51 niños menores de cinco años han fallecido en Guatemala durante el 2025 como consecuencia de la desnutrición aguda, según datos oficiales del Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Siinsan). Aunque se observa una disminución en comparación con el 2024, cuando se contabilizaban 70 muertes a la misma fecha, el reporte evidencia que el flagelo se ha extendido a más departamentos del país.
El 43% de los casos se concentran en Huehuetenango, Alta Verapaz y San Marcos, las mismas regiones que el año pasado registraron la mayor cantidad de muertes por desnutrición. Los municipios más afectados son San Cristóbal Verapaz, Santa Catalina La Tinta, Chiantla y Malacatán.
Pese a la reducción en el número de fallecimientos, la proporción de niños que mueren por esta causa se mantiene similar a la del 2024, en torno al 0.25% de los casos registrados. Además, el 94% de los fallecidos tenía menos de dos años, y el 47% de las muertes ocurrió entre abril y junio, durante la temporada de hambre estacional.
Según el informe, 39 niños fueron trasladados a un hospital pero murieron por la gravedad de su condición, mientras que 10 no recibieron atención médica y fallecieron en sus hogares, y dos en la vía pública.
La Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán) atribuye la disminución de muertes a que hay menos casos de desnutrición aguda en general, pasando de 27.358 en 2024 a 21.091 en 2025, una reducción del 22.9%. Sin embargo, no se explican las causas de este descenso, que podría estar relacionado con una mayor cobertura de acciones preventivas.
El informe también revela que la tasa nacional de recuperación de los casos identificados es del 77.7%, con base en 10.915 niños bajo seguimiento de salud entre enero y octubre del 2025.
Más allá de la desnutrición aguda, el país enfrenta un grave problema de desnutrición crónica, que afecta a uno de cada dos niños, según la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil de 2015. Un estudio reciente señala que una dieta monótona basada en el consumo excesivo de maíz, que desplaza a otros alimentos como proteínas, frutas y verduras, contribuye a estas altas tasas.
Además, el 82% de los menores vive en hogares con inseguridad alimentaria, lo que limita la variedad de su alimentación y los obliga a depender de alimentos baratos y llenadores. La desnutrición crónica también está relacionada con el limitado acceso a servicios de salud, agua y saneamiento.
Expertos advierten que la desnutrición, tanto aguda como crónica, afecta el desarrollo físico y cognitivo de los niños, y aumenta el riesgo de enfermedades crónicas en la edad adulta. Para revertir esta crisis, se requiere una inversión social integral que fortalezca la atención al niño sano, la prevención de enfermedades crónicas en adultos, el saneamiento ambiental y la generación de ingresos, así como políticas que protejan a la población de alimentos nocivos.
