América y el mundo miran con estupor el ascenso al poder de Rosario Murillo en Nicaragua, mientras el presidente Daniel Ortega sufre un deterioro de su salud. Esta mujer, descrita como "un poco más cruel que la rumana Elena Ceausescu", está prácticamente a cargo del gobierno nicarag ense luego de una reforma constitucional que le permitió convertirse en copresidenta.
La disidencia política, los exmiembros del FSLN y los pensadores independientes de Nicaragua señalan a Murillo como el cerebro detrás de la persecución a la Iglesia católica, la desaparición forzada de opositores y un clima de terror para quienes no se alinean con su régimen.
Bajo el liderazgo de esta "pareja siniestra" con Ortega, Nicaragua, un país precioso y alegre, se ha sumido en una crisis política y social que recuerda a los peores momentos de la dictadura de los Ceausescu en Rumania. Mientras Ortega se deteriora, Murillo consolida su poder, burlándose de las monarquías pero apropiándose del gobierno "por legado, familiar o societario" para perennizarse en el poder.
América Latina y el mundo observan con estupor cómo una figura tan cruel y despiadada como Rosario Murillo acapara el control de Nicaragua, recordando los trágicos eventos que marcaron el fin de la dictadura rumana. La población nicarag ense merece un mejor futuro que el que le depara este régimen autoritario y familiar.







