El simple hecho de congelar el pan antes de consumirlo puede tener importantes beneficios para la salud, según explica el médico especializado en Epigenética y Medicina Interna, Alexandre Olmos Torres. Este sencillo gesto modifica la estructura del pan y, en consecuencia, su impacto en el organismo.
Olmos Torres detalla que el pan está compuesto principalmente por almidón, un carbohidrato que normalmente se digiere rápidamente y provoca un aumento notable de la glucosa en sangre. Sin embargo, el proceso de congelación y posterior descongelación transforma parte de ese almidón en lo que se denomina almidón resistente. Este tipo de almidón no se digiere en el intestino delgado, sino que llega al colon, donde ejerce una función prebiótica al servir de alimento para las bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal.
"Actúa como un prebiótico, alimentando tus bacterias buenas; ayuda a mantener el equilibrio de tu microbiota intestinal; genera menos picos de glucosa porque ese almidón no se absorbe completamente; y, como no se digiere del todo, también reduce la cantidad de calorías que absorbes", explica el especialista.
Esto se traduce en varios beneficios clave para la salud. En primer lugar, el almidón resistente ayuda a mantener el equilibrio de la microbiota intestinal, lo que repercute positivamente en la salud digestiva y en la sensación de saciedad tras consumir pan. Además, el hecho de que este almidón no se absorba completamente permite que el pan congelado y descongelado provoque una menor desestabilización de la glucosa en sangre, algo especialmente relevante para quienes buscan controlar los niveles glucémicos o reducir la ingesta calórica sin renunciar al consumo de pan.
Olmos Torres ha animado a incorporar este hábito en la rutina diaria como una forma sencilla y respaldada por la ciencia para mejorar la salud desde la base. "Estos consejos, basados en la evidencia científica, pueden suponer un cambio significativo en la alimentación cotidiana", concluye el especialista.












