Alan Ramírez Rodríguez, Doctor en Pedagogía, ha dedicado su carrera a reflexionar sobre la importancia de la educación emocional, tanto en las aulas como en las organizaciones. Recientemente, publicó el libro "Los monstruos bajo la cama", una obra que busca romper el tabú de hablar sobre las emociones y enseñar a enfrentar, abrazar y resignificar los miedos que nos acompañan desde la infancia hasta la adultez.
En una entrevista, Ramírez Rodríguez explica que las emociones no son algo "bueno" o "malo", sino una respuesta natural y necesaria ante el contexto en el que vivimos. La conciencia emocional, dice, surge cuando somos capaces de reconocer qué estamos sintiendo, cómo lo sentimos, por qué apareció esa emoción y cuál es su propósito en nuestra vida. Esta pausa de conciencia abre la puerta a la regulación de las emociones, en lugar de ser arrastrados por ellas.
El experto también destaca la importancia de la mirada pedagógica al hablar de las emociones, especialmente en el ámbito de la educación formal. "El aprendizaje no nace en la memoria, sino en la emoción. Todo proceso educativo parte de la dimensión afectiva: un alumno aprende mejor cuando se siente visto, acompañado y valorado", afirma.
Ramírez Rodríguez señala que las emociones se educan a través del ejemplo cotidiano, de la práctica constante y del modo en que los adultos encarnan aquello que desean compartir. "Un niño aprende más de lo que ve que de lo que escucha", explica.
En cuanto a su experiencia de escribir "Los monstruos bajo la cama", el autor revela que fue un proceso de descubrimiento y sanación personal. "Pensé en todas las personas que vivían lo mismo que yo: ansiedad, depresión, duelos silenciosos, tormentas que nadie ve. Personas que caminan con el corazón acelerado, con la mente a punto de estallar, pero que siguen adelante sin decir una palabra. No quería que se sintieran solas, como muchas veces yo me sentí", comenta.
Ramírez Rodríguez también comparte que la emoción más compleja de expresar en el libro fue la soledad, un concepto que atraviesa silenciosamente varios de los cuentos. "La soledad no es ausencia: es elección, es espejo, es responsabilidad. Confrontar mis propios vacíos, mis silencios, mis habitaciones internas fue el mayor desafío", confiesa.
El experto en Pedagogía se muestra emocionado y motivado por continuar explorando y enseñando sobre las emociones. "Cuando acompaño a alguien en su mundo emocional, también me acompaño a mí mismo. Cuando enseño, aprendo; cuando guío, me descubro. Ayudar es otra forma de sanar", concluye.
